Cabezo Nemésico

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domingo, 16 de mayo de 2010

Marco Polo



Marco Polo en la piscina.
Un niño pecoso pierde
sus pecas en el agua
y su padre ciego
las recoge con el salabré
de sus pestañas.

El calor profundo entre los manglares,
el sudor pastoso de los trópicos,
el desafío oriental
a la veleidad occidental.
Tan equivocado como siempre
en sentires sumergidos en corales;
observado por las papayas
resurgentes, envolventes,
y por el celeidoscópico monzónico.
Confundido como una ostra
tomo transportes vagos
hacia parte alguna
huyendo y regresando
a la concha de mi identidad.

Los pies hediondos
sobre mi pecho caminan
y una mariposa que revolotea
atiende a descansar en mi rodilla.
Dime si me quieres amar para siempre.
Yo puedo amarte eternamente,
comprar todas las sábanas,
retirar todas las colchas,
para que descanses en la limpia
cuna de mis brazos.
Pero si esto es lo que escrito se muestra
bien distinto es lo que suena:
romántico desvarío
de occidental colmado
en busca de monzónicas emociones
entre las miserias ajenas.
La pobreza exangüe
impulsa este poema
como la vergüenza
me precipita hacia la huida.
Osado es quien egocita
entre una mujeres
de sonrisa vertical.

Poema de Ramiro Lucea
Música Raúl Lucea

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